Nos hemos ido de vacaciones. Y me diréis, ¿qué tiene que ver eso con este blog? Pues bien, yo diría que esta entrada es mitad relevante y mitad off-topic, pues, entre otros lugares del norte de España, hemos visitado la parte asturiana de los Picos de Europa, uno de los quince Parques Nacionales del país. Y vale, también podéis considerar que esto es una excusa barata por no haber escrito en unas semanas…
Pioneros de la conservación
Los Picos de Europa fue, junto con el Ordesa (Pirineos), la primera área protegida de España, declarándose en 1918, sólo unos años después de la declaración de la primera del mundo, el parque de Yellowstone (1872). Así, España se convertía en uno de los países pioneros de la conservación ambiental en Europa.
Por aquel entonces se llamó parque de la Montaña de Covadonga, y apenas cubría un cuarto de la extensión que posee a día de hoy.
El paisaje y la vegetación
Nos encontramos en la cordillera Cantábrica, a sólo unos 15 Km de la costa, entre montañas predominantemente calizas. La humedad es constante, y las nieblas suben y bajan como velos durante los meses cálidos. El suelo es pobre en las laderas y profundo en los valles, altamente influenciados por la ganadería, que lleva años y años modelando el paisaje. Infinitos pastos en la parte baja, bosques caducifolios en la parte media, y cumbres de roca afilada con diminutas flores alpinas.
Nuestro (corto) viaje
Teníamos muchos planes para los dos días que íbamos a pasar en los Picos de Europa, pero la mayor parte de ellos se vieron truncados por el mal tiempo y las nieblas. Por ello, sólo me voy a parar a hablar del hit de nuestro viaje: el Picu Urriellu. Una ruta muy dura, pero una experiencia impresionante que repetiríamos sin duda.
Subida al Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu)
Teníamos pensado hacer esta ambiciosa ruta el último día, pero el tiempo nos hizo cambiar de planes. El Urriellu, con sus 2519 metros, no es el pico más alto de la cordillera (es Torre Cerredo), pero uno de los más famosos por la gran roca caliza que lo corona, que se tiñe de naranja durante los atardeceres.

Si sois unos frikis de la botánica como yo, disfrutaréis mucho viendo cómo cambia la vegetación a lo largo del camino. Partimos de paisajes antrópicos prácticamente sin árboles y dedicados a la ganadería y a pequeños huertos. Conforme ascendemos, entre collado y collado, pasamos por laderas intermedias con bosques mixtos de fresnos, arces, robles, castaños, nogales… Con el aumento de altura, van observándose muchos más robles en relación a las demás especies, hasta que éstas desaparecen por completo para dar paso a las hayas, que dominan un paisaje de bosques muy aclarados para la formación de pastos de montaña (de nuevo, un paisaje muy antrópico) y se mezclan con otras especies en menor proporción, como tejos y serbales. Finalmente, conforme ascendemos al piso subalpino y alpino, el tamaño de las plantas va decreciendo a la vez que decrece la profundidad del suelo. Los árboles dan paso a especies arbustivas (Juniperus, Genista), que a su vez desaparecen cuando el paisaje se hace casi lunar, dominado por afloraciones de roca y con pequeñas herbáceas donde puede acumularse un poco de suelo.

Aunque el pico termina en unos 600 m de pared vertical y sólo se puede subir escalando, haciendo senderismo se puede llegar al refugio de montaña que hay justo en su base. De las posibles rutas de subida, nos decantamos por la que parte de Sotres, algo más asequible que la de Puente Poncebos.
El camino parte de una pista forestal que sale a mano derecha de la carretera justo antes de llegar a Sotres. Nosotros el coche lo dejamos en el mismo pueblo, pero hay gente que aparca en la pista. Después de andar aproximadamente 1 Km por este camino, una bifurcación nos dirige cuesta abajo a mano derecha hacia un grupo de cabañas (los invernales del Texu), también vimos algunos coches aparcados en esta zona. Seguimos el camino atravesando los invernales hasta que comienza una subida zigzagueando por una pista adaptada para vehículos que asciende por una ladera boscosa.

En el punto más alto, el camino se vuelve algo más llano y nos dirigimos hacia otra zona con coches aparcados desde la que sale un camino que desciende hasta Bulnes. En lugar de ir por allí, subimos por un pastizal a mano derecha desde donde está la explanada con los vehículos hacia el Collado de Pandebano. El camino no está muy dibujado, pero hay señales que indican Vega del Urriellu o Majada de la Terenosa. Dicen que la vista en este punto es espectacular, pero nosotros solo vimos niebla, niebla y más niebla. Y vacas. Y algunas cabras. Y más niebla.
Y más.
Niebla.

Pero decidimos seguir hacia la Majada de la Terenosa por este camino casi desdibujado entre pastizal, caca de vaca y humedad. En la Terenosa hay un grupito de cabañas y un refugio con guarda durante los meses de verano. Paramos a comer algo y le preguntamos al guarda que si era seguro seguir subiendo con tanta niebla. Nos dijo que sí, que la niebla se acumula a una altura media, pero que en la parte alta estaba claro.

Esto nos envalentonó para seguir subiendo a través del bosque aclarado de haya y, en menor medida, roble que hay pasada la Majada de la Terenosa. El camino se hace más patente por aquí y los árboles desaparecieron más o menos a la vez que la niebla cuando empezamos a bordear una pared de roca. El paisaje es de otro mundo, pero aún hay que andar bastante hasta un pequeño giro a la izquierda en el que aparece la gran roca coronando el paisaje lunar. Ya sólo queda seguir unos metros que se hacen eternos hasta el refugio de la cima.

Pero nosotros no pudimos llegar. Nos quedamos a escasos 500 m del refugio. Fue frustrante, pero con la tarde la niebla empezaba a ascender muy rápido y cubrirlo todo, y pensamos que era más seguro volver que arriesgarnos a perdernos y que nos pillara el anochecer.
Aun así, llegamos al coche en las últimas horas de luz, después de unos 40 Km de ruta, con unas cotas de cansancio que creo que no he sentido nunca, con una tormenta pisándonos los talones, pero con la sensación de habernos superado a nosotros mismos y sintiéndonos un poco más en contacto con la Naturaleza. ¡Espartanos! ¡¿Cuál es vuestro oficio?! Au, au, auuu.

Consejos para la subida
Aunque el camino en sí mismo no es difícil, la ruta es dura por su longitud y su desnivel (800-900 m). Además, hacerla en julio nos hizo estar pasando frío y calor de manera intermitente, lo cual fue bastante incómodo. Después de la experiencia, creo que he aprendido algunas cosas:
- Es importante llevar suficiente agua, pero ten en cuenta que el agua pesa mucho y la ruta es larga, por lo que si no te la bebes, te va a pesar mucho.
- A pesar de lo anterior, siempre es mejor llevar agua de más, que de menos.
- En materia de comida, prioriza cosas que den mucha energía y pesen poco. Frutos secos, barritas energéticas… A nosotros nos dieron la vida en la parte final de la ruta.
- Lleva botas. Hay mucha cuesta y mucha roca suelta.
- Lleva botas muy cómodas. Si te molestan un poco, no te sirven, pues vas a hacer una ingente cantidad de kilómetros con ellas puestas.
- Lleva calcetines en condiciones. Gordos, con acolchado y transpirables. La mejor de las botas no sirve de nada con unos calcetines mediocres.
- Hay que ir preparado tanto para la lluvia (impermeable) como para el sol (crema solar, algo para la cabeza), pues el tiempo en Asturias está un poco loco.
- Finalmente, cuidado con la niebla, pues llega a ser de una densidad y se desarrolla a una velocidad que a mí me asustó un poco. Tengo entendido que en verano es cuando este fenómeno es más intenso y habitual, por lo que pienso que quizá sea mejor hacer esta ruta en primavera tardía o en septiembre. Infórmate del tiempo que va a hacer y, a poder ser, pregunta a los lugareños.

Subir a una montaña es una experiencia inolvidable y al alcance de cualquiera con un poquito de forma física. Conforme terminas la ruta, ya estás pensando cuál es la próxima que vas a subir, a pesar del extremo cansancio. Es una aventura en toda regla, ¿os atrevéis?

Todas las imágenes son propias.
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