Estamos de suerte. El Día de la Sobrecapacidad de la Tierra se ha adelantado casi una semana este año respecto al 2016. Hemos superado nuestro propio récord una vez más, ya que el Día de la Sobrecapacidad 2016 fue el 8 de agosto y este año, el 2. Cada vez lo hacemos mejor. Por si no se entiende la ironía, hoy os contaré qué demonios es eso del Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, por qué debería preocuparnos a todos y, lo que es más importante, como reducir nuestra huella ecológica.
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Os pido disculpas de antemano, pero voy a empezar esta entrada con una divagación un poco filosófica. Veamos. Yo solía ser un tanto escéptica sobre todo esto de los días internacionales de cosas hasta que entré en Twitter. En ese mundo paralelo que es la red social, cada día internacional se inician conversaciones y estallan discusiones (unas más enriquecedoras que otras) sobre temas de los que, de otra forma, no se hablaría con ese interés. Es obvio que la gente interesada en una problemática concreta dedica más de un día al año a hablar de ello, pero lo interesante de los días internacionales es su capacidad para incitar a toda la población (o gran parte de ella) a tomar parte en la conversación, enriqueciéndola.
En aquella carta de parte de más de 100 premios Nobel para los líderes de Greenpeace, las Naciones Unidas y gobiernos del mundo, se pedía estos organismos que apoyaran explícitamente los organismos genéticamente modificados como única solución para el hambre mundial. La semana pasada ya me metí en terreno pantanoso y empecé a hablar de este tema. Hoy traigo la parte dos, con salsita ética y política para todos los paladares.
Hace algunas semanas, quizá meses, pasé mucho tiempo discutiendo con gente sobre la carta a los líderes de Greenpeace, las Naciones Unidas y gobiernos del mundo que firmaban más de 100 premios Nobel instando a estos organismos a apoyar los organismos genéticamente modificados como la única vía para terminar con el hambre mundial. Como buena opinóloga de Internet, voy a exponer aquí (en dos entregas porque me ha quedado salvajemente largo) lo que pienso sobre los transgénicos en general y sobre esta carta en particular.
El simple hecho de comerse una manzana puede tener una huella ecológica considerable. Mira la etiqueta. Quizá, si estás en España, esa manzana haya viajado desde Chile hasta tu mano. Increíble, ¿verdad? Pero es lo único que se puede hacer si quieres comerte una manzana en cualquier época del año. Algo parecido pasa con prácticamente todo lo que consumimos, desde electricidad hasta ropa, pasando por productos electrónicos…